Feliz 2019, feliz vida apasionante

 

¡Feliz año nuevo! Te deseamos de corazón
desde este, que es tu blog.

Tras unos días de discernimiento,
nuevos propósitos reclaman su momento.
En febrero abriremos nuevas secciones,
y emprenderemos más acciones.

Porque, si la vida es un arte,
nos encantará en tu obra acompañarte.
No pretendemos dar lecciones,
tan solo mostrar opciones.

Ser fuente de inspiración,
y remanso de paz;
aportar una pizca de tranquilidad.
Dar paso a tu participación;
ser un instrumento de escucha,
y de solidaridad.

¡Queremos contar contigo!
¿A quién nos puedes recomendar?
¿Quieres en alguna sección participar?
¿Cómo nos ayudarás a mejorar?

En los próximos días, continúa vigilante
a lo que, todavía más, será una VIDA APASIONANTE.

FELIZ AÑO 2019

FELIZ FIESTA DE LOS REYES MAGOS

La vida no es perfecta, pero puede ser maravillosa

El pasado 15 de noviembre presenté mi libro La vida no es perfecta, pero puede ser maravillosa en la Casa de la Cultura de Tres Cantos. Doy las gracias a los amigos del Grupo Literario Encuentros, asociación que acogió la presentación.

Gracias a todos los que me acompañasteis en la presentación. Y gracias a los que teníais intención de asistir y finalmente no pudisteis. Gracias a todos los que me seguís, por vuestra amistad y vuestro apoyo.

Os doy las gracias por vuestra contribución a la causa solidaria de esta presentación. Gracias por la compra del libro y por su difusión. Finalmente, la recaudación ha sido el importe íntegro de 44 ejemplares, destinada a la Asociación Síndrome de Down  de Jaén y Provincia.

El próximo día 22 de diciembre cerraremos esta campaña solidaria, por si alguien se anima con alguna compra de última hora. En 2019 vendrán otras nuevas campañas a las que espero puedan sumarse muchos más amigos.

Hasta pronto.
Gracias a todos. 

¡Por una vida apasionante! 
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Por el mismo autor: www.15habitos.com

 

 

Sobre buenos y malos

 

¿Y si, por fin, aceptamos que la vida en este mundo
no sea nunca más una lucha entre buenos y malos,
sino convivencia fraterna y pacífica entre hermanos,
que compartamos un amor tan intenso como profundo?

¿Qué consecuencias tendría esta actitud,
sin fijarnos, ni pensar de qué lado está la rectitud?

Con valentía, enterrar el rencor,
entre todos, curar el dolor,
pedir y, con alegría, dar el perdón,
establecer una verdadera comunión.

¿Quién puede decir que esto es novedad?
Trabajar por el Reino de Dios,
que vuelve a nacer esta Navidad,
y, sin distinguir entre tú y yo, se nos entrega a los dos.

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Leche y miel

Leche y miel. Seguro que esta combinación te resulta familiar, ¿verdad que sí? Es el remedio tradicional para el dolor de garganta y otras dolencias similares; la recomendación de nuestras abuelas, de nuestras madres, de cualquiera que nos quisiera bien.

Leche y miel es también la combinación que, por primera vez, conocí de la mano de Eric Fromm en su obra El arte de amar. Fue en forma de metáfora, para ilustrar el papel de la madre y, por extensión, del padre en la crianza de los hijos. Fromm argumenta que todos somos capaces de aportar la leche, es decir, el alimento. Y, de forma más general, las necesidades básicas, sin demasiado esfuerzo.

Por el contrario, para proporcionar la miel, padre y madre deben poner algo más de su parte. Para muchos, aportar miel es algo que les sale de forma natural. Por su personalidad, por su vivencia en la familia de origen, por su educación… Otros, en cambio, tenemos que hacer un esfuerzo consciente y, casi, tenemos que construir un plan para procurar la miel, para darla en las dosis adecuadas, en el momento adecuado. ¿Dosis adecuadas?, ¿momento adecuado? Eso, ¿según quién?, ¿de acuerdo a qué criterio? Es obvio cuál, ¿no te parece?

Ante la duda, quizá, el plan sea proporcionarla de manera continua. En cualquier caso, procurar la miel requiere de acciones concretas:  gestos, miradas, caricias, comentarios. Requiere de tiempo para la observación, para la escucha, para compartir en silencio, para sorprendernos, para admirar, para callar, para alentar, para, simplemente, decirlo: TE QUIERO.

Leche y miel. Fácil de entender. Seguro, algo queda por hacer. 

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Para cambiar el mundo

Recientemente, he leído varios libros sobre modelos de dirección de empresa. Diferentes autores abogan por hacer las cosas de otra manera, por crear un mundo mejor, más sostenible: un lugar donde todos tengamos cabida y en el que todos disfrutemos de una vida digna, y más. Seguro que todas estas teorías e iniciativas bienintencionadas son muy poderosas, muy válidas, y tienen su fundamento bien argumentado y contrastado. 

Mi opinión es que hay una muy buena manera, complementaria a esos modelos. Una forma de hacer las cosas, también contrastada; en este caso, durante siglos.  El mundo mejora, día a día, de la mano del amor y de la compasión, que están siempre disponibles, dentro de cada uno de nosotros, esperando para entrar en acción. Atrevámonos a probar y contrastar los resultados. Pueden ser extraordinarios, ¿verdad que sí? Recuerda: amor y compasión.

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¿Desde dónde sueles tú hablar?

¿Desde dónde te gusta hablar?
     Todos tenemos un lugar favorito desde donde hablar. Desde allí hablamos la mayoría de las veces. Es el lugar en el que solemos estar con más frecuencia, al que ya nos hemos acostumbrado.
      Por ejemplo, muchas personas hablan desde el atril, como sentando cátedra; otras muchas, desde el fondo de la clase, queriendo pasar desapercibidas; algunas, desde el suelo, como si pidieran disculpas o permiso para hacerlo.
      Normalmente no elegimos desde dónde hablar: lo hace nuestro estado de ánimo. O nuestro inconsciente de forma automática. Entonces, hablamos desde el rencor, desde el miedo, desde el resentimiento, desde la resignación, desde el pesimismo. O, por el contrario, desde la ilusión, la esperanza, la compasión, desde la confianza.
      Aunque nosotros no nos demos cuenta, sí percibe nuestro interlocutor desde dónde estamos hablando. A través del tono de la voz, del volumen, de los gestos, de la mirada. De nuestro lenguaje no verbal. También tú lo percibes, ¿verdad? ¿Cómo te afecta? ¿Te cambia, como a mí, el humor?    Puede ser a mejor o a peor… raro es permanecer indiferente, según desde dónde te hablen.
      El condicionamiento cultural y los mecanismos automáticos aprendidos tienen la primera palabra. Sin embargo, ¡puedes desafiarlos! Tú puedes, a conciencia, elegir desde dónde hablar en cada momento. Basta con proponértelo y practicarlo. Y hacer el propósito al iniciar la conversación.
      ¿Qué tal hablar desde el amor? En cualquier situación. En especial, en las situaciones críticas, en las más delicadas.
      Sí, hablar desde el amor. Y, también, contestar desde el amor.
      Desde el amor, todo puede cambiar.

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Propósitos de nueva temporada

Suele ocurrir al inicio del nuevo año. También al comienzo de un nuevo curso. Esto último era más cuando éramos pequeños. Recuerdo con ilusión la llegada del mes de septiembre: nueva ropa, cuando la había, nuevos materiales escolares, el olor a libros nuevos, un macuto nuevo …

Ahora, con la edad adulta, ocurre más, yo creo, con el cambio de año, en enero. Al dejar atrás las Navidades con sus excesos y los buenos deseos.

Aun así, la nueva temporada suscita nuevas ambiciones. Si, como yo, eres de los que les gusta planificar y proponerse objetivos y nuevos desafíos, probablemente ya te hayas hecho más de un esquema, hayas rellenado alguna que otra hoja con enumeraciones de distinta naturaleza. Sobre todo, si en ti predomina la analítica del raciocinio.

Si eres más de interpretar imágenes, tal vez hayas visualizado ya cómo quieras que sea tu futuro, más o menos inmediato. Algunos, os habréis dicho muchas cosas de lo que queréis hacer, de en qué queréis centrar vuestros esfuerzos.

O, quizás, ya lo has hecho muchas veces y ahora, simplemente, te dejas llevar. No más reflexiones filosóficas. Ni místicas. Ni metafísicas.

Sea cual sea tu caso, te propongo un trabajo muy sencillo, intuitivo e inmediato. ¿Querrías completar estas frases, referidas a la nueva temporada que acabamos de estrenar?

Mi propósito prioritario es…
Mi filosofía de vida predominante va a ser…
La manera de relacionarme con los demás será…
La principal contribución que quiero hacer es…
Las emociones que quiero sentir con mayor frecuencia son…
Mi estado de ánimo habitual será…

¿Demasiado cortoplacista? ¿Y si aumentas el alcance hasta tu vida completa? ¿Te atreves a contestar? ¡Prueba! ¡Te sorprenderás!

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Mi SMS: ¡menudo desafío!

  • Hubo un tiempo de proliferación de los SMS. Las operadoras de telecomunicaciones llegaron a obtener más ingresos de ellos que de las llamadas de voz, según que días.
  • Esa época ya pasó y, con ella, también pasó el tiempo de hablar de los mensajes de texto. Sin embargo, yo sigo batallando contra las mismas siglas. Aunque ahora, para mí, representan otra cosa: SMS, SeMana en Silencio.
  • No tiene motivación mística, ni siquiera de desconexión con el día a día. Es mi voluntad de contener mi verborrea desenfrenada. Es la manera de liberar a quienes conviven conmigo de mi tendencia natural, ¿consustancial?, a hablar casi sin parar, casi sin escuchar… A dar sugerencias a quiénes no las han solicitado –ni, tal vez, tampoco las necesiten–; a explicar aquello de lo que nadie ha pedido explicaciones; a criticar lo que puede pasar sin criticar, y hasta sin comentar. 
  • No es una idea mía original: la he tomado prestada de no recuerdo quién. Me lo imaginé como un incontenido hablador, fustigador de familiares, amigos, compañeros de trabajo… ¡qué suplicio para ellos!
  • No me pareció tan difícil. Y, por otro lado, pensaba que yo no la necesitaba, ¿o sí?, ¿o, tal vez, sí? La duda se me disipó en menos de 24 horas, cuando me sorprendí en medio de una disertación maravillosamente extensa… ¡Horror!
  • Decidí comenzar mi SMS, mi semana en silencio. No un silencio absoluto caracterizado por la ausencia total de conversación. No. Se trataba de contenerme de iniciar conversaciones, de dar opiniones, de contar mis batallitas, de contribuir a crear monólogos alternativos, de sentar cátedra. Simplemente escuchar con interés verdadero, lo que implica hacer preguntas, asentir y poco más. ¡Efectivamente: demasiado poco para poder cumplirlo! Es decir, demasiado silencio.
  • Después de una semana, inicio otra vez mi compromiso porque, cada vez que lo incumplo, cada vez que se desata ni conversación, inicio la cuenta. Hasta completar la semana. ¡Cuestión de insistencia! Al final, descontada esta entrada, ¡lo lograré!
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  • Por el mismo autor: www.15habitos.com

Volver a preguntarlo

Le daba mucha vergüenza volver a preguntarlo, una vez que la relación estaba comenzada y habían tenido ya varios encuentros. No importaba si era en el ámbito personal o en profesional, se las apañaba sin tener que preguntarlo:

Disculpa, … Perdona, …Oye, … Mira, mira, …

Dependiendo del grado de confianza, usaba una u otra manera de llamar a su interlocutor. Todo menos el “” aquel, hiriente, con el que un chaval se dirigió a él en el colegio de primaria. Todo por no pasar el trago de, después de semanas, meses o, algunas veces, años, volver a preguntarlo.

La vecina de enfrente; el que trabaja en la tienda de la esquina; el chico joven de la tercera planta; la señora rubia que se sienta siempre en el primer banco de la iglesia; el padre de Juan, el portero; la mamá de Irene, la amiguita de Pilarín… Así es como se refería a ellos al hablar con terceras personas. Todo por no repetir la pregunta.

Así vivían él y otros muchos, sobrellevando las relaciones, hasta que un buen día se encuentra en la tesitura de tener que presentar a su ya tan familiar amigo:

  •     – Mira, esta es mi mujer. Cariño, te presento a… Javier, el padre del portero del equipo de los chicos.
  •     – Juan Carlos, me llamo Juan Carlos. Javier es mi hijo, -le corrige educadamente el señor.
  •     – Claro, ¡me pienso que en todas las familias es igual! –dice, acompañando sus palabras de una sonrisa que le hace sentirse más tranquilo.

Tampoco es para tanto, ¿verdad?, ¿o sí?, se preguntó Salvador. Todo por no repetir la pregunta.

¿Acaso es tan vergonzante? ¿Acaso es indecente? Simplemente es. Pudo habérsele olvidado o pudo no haberlo preguntado nunca.

Eso, nunca, ¡nunca más!, me volverá a pasar, se dijo a sí mismo con el pensamiento puesto en la próxima graduación de su hija…

  •     – Papá, te presento al padre de Verónica,
  •     – Mucho gusto, -dijo el señor padre de Verónica.

Ahora sí, ¡es el momento!, pensó Salvador para, rápidamente, responder:

  •     – Encantado, me llamo Salvador. ¿Y usted?
  •     – Soy Fernando.
  •     – Bueno, ¡parece que fue ayer cuando empezaron la carrera, ¿verdad, Fernando? –prosiguió con la conversación.
  •     – Sí, en efecto. ¡Cómo pasa el tiempo!
  •     – Ahora, a por la siguiente etapa, Fernando, ¡es ley de vida! ¿Qué tiene pensado hacer Verónica?

Pasados unos minutos de conversación, se disculpó amablemente para ir al encuentro de otras personas conocidas.

  •     – Disculpe, Fernando, voy a saludar a otros amigos.

Enseguida se unió a los padres de Andrés, a quienes había conocido hacía unos meses, en una conferencia en la Universidad. En esta ocasión, no vaciló:

  •     – Hola, ¿qué tal están? Soy Salvador, el padre de Daniela.
  •     – Sí, nos conocemos. Muy bien, ¿y usted?, -respondió breve el hombre.
  •     – Encantado de volver a verles. Discúlpenme, ¿cómo eran sus nombres?
  •     – Silvia y Enrique.

Claro, tiene cara de llamarse Silvia; y él Enrique; ¡todo encaja! Pensó, rápidamente, Salvador.

  •     – Gracias, como nos vimos hace unos meses… Por cierto, ¿qué les ha parecido, Silvia y Enrique, este año tan intenso para los chicos?, -preguntó Salvador.
  •     – No sé él a mí, pero yo he echado mucho de menos a Andrés, -dijo la madre.
  •     – Sí, a Patricia, mi mujer, le ha pasado lo mismo, Silvia; ¡es muy normal! ¿Y a usted, Enrique?, -insistió él.

Meses después, en un centro comercial, Salvador coincidió con el padre de Verónica, a quién se dirigió con la alegría natural de quien se encuentra a un amigo:

  •     – Hombre, Fernando, ¡qué alegría verle!, ¿cómo está?

La cara de Fernando reflejó su sorpresa inicial al ser llamado por su nombre para, enseguida, dar paso a una sonrisa generosa, muestra de la satisfacción que produce escuchar la palabra que, como a todos, más nos agrada del mundo: la de nuestro propio nombre.

  •     – Encantado… um
  •     – Salvador, me llamo Salvador.
  •     – Claro, el padre de Daniela, pero no recordaba su nombre, -habló con naturalidad Fernando.
  •     – ¡Normal! Nos vemos poco… Y dígame, Fernando, ¿qué tal le va a Verónica? …

Hablaron de las hijas y, al despedirse, dijo Salvador:

  •     – Fernando, le dejo mi teléfono, por si un día le apetece tomar un café, una cerveza o un refresco. O, simplemente, pasear y charlar un rato.
  •     – Claro, tome el mío también, -dijo Fernando.

Al querer grabarlo, Fernando, descubrió que ya lo tenía registrado: Padre de Daniela. Entonces, lo editó y sonrió.

¡Terminé!

  • ¡Terminé! Es la expresión que primero me sale, mientras siento la agradable sensación que produce haber concluido lo que meses atrás me propuse. Es la satisfacción por el trabajo (bien) hecho. A todos nos pasa, ¿verdad?
  • ¡Terminé! Es la expresión que da paso al sentimiento de plenitud por ver hecho realidad lo que primero has concebido en la mente. Es el orgullo de observar tu propia creatura. Una sobredosis de amor hacia uno mismo, hacia una misma.
  • ¡Terminé! Es la expresión que te recuerda que, antes, hubo un principio y, después, casi siempre, un largo camino. Muchas veces, un sinuoso camino, sino un tortuoso camino.
  • ¡Terminé! Es la expresión que nos hace mirar atrás y recorrer ese camino, mientras recuperamos las emociones de aquellos momentos pasados, de aquellas crisis superadas, de la motivación suprema, de la exaltación enérgica de un destello de inspiración, de los episodios terribles de sequía de ideas, de los frustrantes retrocesos, de la tentación del abandono, de cierto abandono… Al final y, por encima de todo, ¡del triunfo de la disciplina y la constancia!
  • ¡Terminé! Es la expresión que te da derecho y paso a una merecida celebración. ¡Sonada celebración! Te anima a comunicar la noticia, a compartir tu dicha con los demás, a regocijarte en el recuerdo reiterado del logro; te anima a disfrutar de lo conseguido, por lo anhelado que era.
  • ¡Terminé! Es la expresión que da pie a un nuevo comienzo, a iniciar un nuevo camino, alternativo o paralelo. O, tal vez, a seguir avanzando por el mismo sendero, más lejos, más arriba, más profundamente todavía. En cualquier caso, es la expresión que indica que la vida continúa, que tienes otros hitos que avistar y alcanzar.
  • ¡Terminé! Es la expresión que cambia el foco de la mente, que libera los recursos comprometidos a esa causa previa para dirigirlos a la nueva.  La expresión que te permite aspirar al desarrollo de un nuevo proyecto y la consecución de más resultados.
  • ¡Terminé! Implica cierto desasosiego; salvando las distancias, la intensidad de la emoción y la limitación de no haberlo experimentado personalmente, en cierta medida, me evoca la depresión post parto. ¿Ahora qué? … Momentos de reflexión; es tiempo de elegir en qué dedicar esos recursos liberados, en qué utilizar todo nuestro potencial, en qué embarcarse que, de verdad, merezca la pena. De cuestionarse: ¿para qué?, ¿para quién?
  • En este caso, ¡terminé!, para que tú puedas comenzar. ¡Feliz lectura!
  • ¡Por una vida apasionante! 
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