Por mi trabajo actual, que no el de siempre, tengo la potestad de aprobar, o no, determinadas inversiones. Llevo unos años haciéndolo, así que, de tanto firmar, hace unos días tuve cierta sensación de poder. ¿Te ha pasado a ti alguna vez?
Por fortuna, de inmediato recordé una escena maravillosa de la película 1492 La conquista del paraíso: esa en la que el tesorero de la corona le niega el vino a la autoridad eclesiástica: “lo más fascinante del poder es que, lo que puede darse con facilidad, … con la misma facilidad puede quitarse”.
Ese poder, ¡sí puede quitarse con facilidad! Pero no otros, a los que todos deberíamos aspirar:
Aspira al poder verdadero: el que ganas por ser una autoridad técnica en tu trabajo; el que te otorgan los otros por ser una persona ecuánime, íntegra; el poder que te da estar al servicio de los demás; el que obtienes cuando trabajas cada día para hacer un poco mejor tu entorno y la vida de los que te rodean.
Ese poder es verdadero… y duradero.
¡Feliz fin de semana!