Se hace camino al amar

       En las circunstancias actuales, muchos pediríamos lo mismo que nos relata Marcos, en el capítulo 14 de su Evangelio, que pidió Jesucristo: 
       “Padre, aparta de mí esta copa.” – Mc 14, 36-. Más, igual que no prevaleció su voluntad entonces, tampoco hoy la nuestra prevalece. 
       En consecuencia, parafraseándo a Antonio Machado, no nos queda otra que “hacer camino al andar, y al volver la vista atrás, ver la senda que nunca más se ha de pisar.” Porque sí, después de beber esta copa, transitaremos caminos que nadie antes había imaginado. Senderos que, probablemente, abriremos nosotros por primera vez.
       Nuevos, sin duda, pero recorridos con la misma mochila de siempre: ilusión, confianza y determinación para, cada día, completar nuestra etapa y ayudar a los demás a completar la suya. Porque, hoy más que nunca, ambas se entrecruzan.
       Feliz día del amor fraterno.

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¿Por qué me has desamparado?

   

Hoy, más que nunca, el clamor de Jesucristo en la cruz, ante la proximidad de su muerte, de la manera más ignominiosa, nos resulta más cercano. Tanto, que lo hacemos nuestro, aunque no lleguemos a intuir un atisbo de su sufrimiento.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? -Mt 27, 46; Mc 15, 34-

No entendemos los designios de Dios, porque Dios es inconmensurable. La lógica de Dios no es la nuestra.

Oh Dios, acude a librarme; apresúrate, oh Dios, a socorrerme. -Salmo 70, 1-   

Mis manos, tus manos; las de nuestros familiares y amigos, esas son las manos de Dios, que se apresuran a socorrer.

Feliz Domingo de Ramos.

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Las consecuencias de (no) tener expectativas

 

Desde niño me han gustado las formulaciones matemáticas. Y ahora, de mayor, me quedo con las sencillas, con las aritméticas. También para magnitudes abstractas, como, por ejemplo, la satisfacción que produce una experiencia. Creo haberlo leído en algún estudio sobre Marketing, pero no recuerdo de qué autor. La fórmula es simple:

Satisfacción = Prestaciones / Expectativas

O sea, que la satisfacción percibida es directamente proporcional a las prestaciones del producto -o de la experiencia- y, esto  importa mucho, inversamente proporcional a las expectativas que te hubieras creado. Conclusión: cuanto menos expectativas te hagas sobre algo, más probabilidades tienes de quedar satisfecho/a.

Esto aplicado a las experiencias del día a día, ¡te cambia la vida! ¿Qué pasa cuando vuelves de una fiesta, de una cena con amigos, o de una reunión de trabajo?… ¡Prueba a rebajar tus expectativas! Yo lo hecho con mis grupos de wasap y, en general, con mis comunicaciones en grupo. ¡Qué tranquilidad cuando dejas de esperar respuesta!

¿Y si es de ti de quien esperan? Prometer poco y entregar mucho. Y si es antes de tiempo, mejor.

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Comenzar por lo fácil; ¡feliz 2020!

De entre las varias intenciones para el nuevo año, procuro siempre elegir alguna fácil de cumplir. Por ejemplo, seguir leyendo; cada día un poco. Así, siendo consciente de que los inicios son importantes, comienzo por algo inspirador: La imitación de Cristo, de Tomás H. de Kempis, de mediados del siglo XV. Parece que en aquella época ya se estilaban los propósitos. Tal vez, para más de un año: la imitación y el seguimiento de Cristo. Lo enunciaba así Kempis:

”Seguir a Cisto no consiste en especular sobre los misterios de Dios, sino en imitar su vida. Porque es mejor obrar el bien que definirlo. Pero para obrar es necesario el conocimiento (…)
Se imponen dos premisas para afianzar ese conocimiento: la prudencia en las acciones y la lectura de la Sagrada Escritura. (…) evitando dos escollos: el orgullo y la vana esperanza, que lo fía todo en el hombre. Es necesario además, educar las relaciones con el prójimo, (…) y disciplinar la lengua, vehículo de nuestra conversación.
Simultáneamente, es menester, para lograr la configuración con Cristo, desplegar a toda costa el celo por progresar en la virtud, arrostrando la adversidad y resistiendo a la tentación.” (*)

¿Servirán estos enunciados para el tiempo actual? ¡Habrá que probar!

Con nuestros mejores deseos para el nuevo año: ¡FELIZ 2O2O!

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(*) Imitación de Cristo; quinta edición, Editorial Regina, S. A., de la introducción al libro I, páginas 64 y 65.

Viaje a las tinieblas

     
Venimos repitiéndolo con insistencia los cristianos: el niño Dios ha nacido en cada uno de nuestros corazones. Anhelamos que cale, que se extienda, compartirlo con quienes queremos. Deseamos que la alegría rebose en nosotros, a nuestro alrededor. Pero no es así en todos los hogares ni, mucho menos, en todos los lugares.  La luz que anunciamos al son de villancicos, llega a un mundo en tinieblas, y no en sentido metafórico.

Hoy, conmovido por lo que veo, conozco esta tragedia: otro genocido, una vez más, consentido, silenciado. En esta ocasión, en Nigeria, a cristianos. Pero podría ser en otra parte del planeta, a otro colectivo. La barbarie, según de dónde proceda, elige sus víctimas. ¿Demasiado lejos? ¿Demasiado inaccesible? No más que un destino vacacional.

Viaje a las tinieblas del genocidio más ignorado: SOS por los cristianos de Nigeria

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Simple elección

Es la sobremesa. Estoy con los más jóvenes. Elijo hablarles sobre el poder del lenguaje. ¿Cómo afecta a nuestras acciones?, ¿cómo a lo que logramos en la vida?

¿Será demasiado trascendente para esta hora? Quiero empezar, pero me falta seguridad. No estoy acostumbrado a tan joven audiencia. Me lanzo:

– Para mí, el mayor grado de compromiso, mi más potente motor, es la elección. La que me aporta la energía del momentum.

Silencio… uno, dos, tres, … Miro a los muchachos. ¡Ojipláticos se han quedado! Patidifusos.  ¿Cómo es que se han quedado mudos?, ¿entenderán el significado de momentum? ¡Ah!, de inmediato, caigo…

– ¡Un momento! He dicho elección.
– Ah, elección -repiten.

Risas, carcajadas; se relajan otra vez. Sin quererlo, he captado su atención como no lo hubiera hecho de ninguna otra manera… Puedo continuar.

¿Cómo mantener el momentum?, ¿cómo mantener la acción?, ¿cómo vencer el cansancio y el desaliento? 

No hace falta mucha disertación. Simple elección: mantener el momentum porque sí. Porque así lo he elegido. Elección de seguir, de perseverar. Un propósito. Previamente elegido.

De continuo me llegan ofertas de todo tipo… No todas saludables. No todas honestas. No todas decentes. ¿Verdad que a ti también? Elijo rechazarlas. ¿Y tú? Rechazo las tentaciones embaucadoras. Me resulta fácil. Es mi elección. Elijo fidelidad. Sí, a mi pareja. En el matrimonio. Elijo lealtad. A mi proyecto de vida. A mis convicciones. Elijo honestidad. Elijo valores.

¿Cuesta? No tanto. Es lo que he elegido. Libremente. Cada vez que me reafirmo en la elección, rechazando la tentación, salgo más fuerte. Lo tengo claro: me compensa.

Elijo y cumplo. Tengo un propósito superior. Un ideal. Ambiciono carismas mejores. También en lo pequeño. Porque lo que haces en lo pequeño, sueles hacerlo en lo grande.

No es que quiera… No es que tenga que… No es que deba… Es que lo elijo. En la elección está mi fortaleza. La elección es el capitán general de mi voluntad. La más alta en el escalafón. Lo elijo. Y punto. Se acabó. No hay más opción. 

Camino tranquilo por la senda de la vida. Por anticipado, ya elegí.

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Caridad, mansedumbre, humildad

      Querida Gabriela:
      Todavía recuerdo el follón que se montó. Y eso que solo mencioné una de  las tres. ¿Te acuerdas? En aquel encuentro de amigos. 
       Simplemente por anunciar mi aspiración a la mansedumbre, por anhelarla en el día a día, por querer que sea mi compañera. ¿Tú crees que es tan osado? ¿O tan imprudente querer ser manso? Que no digo siempre. Las más de las veces.
       Es el recurso que quiero utilizar para combatir mi tendencia a batallar, a inmediatamente contraargumentar, sin escuchar. ¿Crees que es apropiado o te parece exagerado?
      Me pregunto si, desde la moral cristiana, no estaré ante una evidente manifestación de pecado. Soberbia: el deseo de someter a los demás a mis arbitrios, de imponer mi posición, de no dar opción. Soberbia, el mayor de los pecados a juicio de teólogos reputados .
      Quiero también recurrir a la caridad, que no es más que sinónimo de amor. Y a la humildad, para asumir que no soy más que nadie, y que he de escuchar. Difícil encomienda a juzgar por los intentos precedentes. Aunque creo que, ahora, tengo mejores sustentos, mayores argumentos.
      Leí estos días, permíteme, querida Gabriela, que mantenga la fuente en el anonimato, por su condición, no sea que te cause prevención (1). ¿Y si es narcisismo? Quedarse encerrado en la contemplación de uno mismo. Hipersensibilidad, prevalencia y casi única atención a los propios sentimientos y temores. La percepción errónea de que todo gira alrededor de uno mismo. Para, al final, solo mendigar atención y afectividad. ¡Qué tristeza!
      En fin, querida Gabriela, mantente vigilante para, en lo que te sea posible, recordarme apelar a tan buenas compañeras. Y, con ellas, saber escuchar, esperar, callar.
      Me despido hasta una próxima ocasión. Que siempre nos acompañen: caridad, mansedumbre y humildad.       
     Mauricio

P.D.: (1) Dios te quiere feliz, de José Ignacio Munilla.

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