Se despidió de los amigos y esa sensación agridulce se intensificó. La conversación de aquella tarde había sido muy diferente a la de otras tardes y la sensación que le quedó, también muy diferente: se sentía inquieto, a disgusto con la situación y, sobre todo, a disgusto consigo mismo.
Habían tocado varios temas de actualidad: inmigración y refugiados, corrupción y, por supuesto, terrorismo. Estaban muy recientes los atentados de Barcelona y Cambrils; los medios de comunicación seguían emitiendo juicios, opiniones e información, declaraciones de todos, nuevas informaciones, resultado de investigaciones y ¡hasta especulaciones!
Él había permanecido callado casi toda la tarde. No es que no quisiera intervenir, es que no encontraba cómo. Escuchó más que nunca. Los argumentos de Alicia le parecían acertados, tenían su lógica. También Alejandro argumentaba bien su postura, que era contraria a la de Alicia.
En verdad, lo que le molestaba era no tener un criterio formado, no poder formarse un criterio propio. ¿Acaso no debería tenerlo? Todos lo tenían. ¿Por qué él no?
Al llegar a casa, reflexionó unos instantes. No le pasaba con otros temas. Había unos pocos que dominaba y sobre los que hablaba con soltura: temas cercanos a su realidad. Sabía de ellos, los conocía, los había estudiado, los había investigado, los había preparado, había reflexionado largo y tendido sobre ellos. ¡Nada quedaba a la improvisación!
Comenzó a sentirse más tranquilo: él estaba acostumbrado al método científico, al peso de la razón, al análisis minucioso de los datos, al pensamiento sistémico. No quería opinar a la ligera sobre temas tan complejos. Definitivamente, no era su estilo. Él exigía rigurosidad para opinar.
Su silencio era síntoma de coherencia: ante lo que se ignora, callar. Solo de lo que se conoce, hablar. E incluso expresarse con rotundidad.
Tenía además otra máxima: solía solo hablar de aquello que le permitiera actuar. Evitaba hablar por hablar. Le gustaba comprometerse. Para él, la conversación era preludio de la acción. O al menos, de la planificación de la acción.
¡Menos mal! –se dijo a sí mismo-, tenía la explicación. Ahora, podía irse a descansar a pierna suelta… Si no fuera porque su conciencia le increpó en el último momento: ¿y si solo fuera una excusa? ¿Una excusa para mantenerlo en su zona de confort?
¡Que tengas un día feliz!
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