Algo tarde, el 19 de enero, ¿verdad?, para enunciar propósitos de nuevo año. Tiempo adecuado, sin embargo, para ahuyentar los señuelos de propósitos irrelevantes o no suficientemente deseados. Bastante tiempo como para haber abandonado ya alguno de los propósitos enunciados la primera semana del año. Tiempo, en cualquier caso, para reflexionar sobre los otros, sobre los esenciales; para enunciar alguno significativo, que nos ayude a ser mejores personas. O, simplemente, a seguir siendo la misma persona, con alguna nueva conducta, que estimes loable.
Aquí está mi propósito: hablar siempre desde el amor.
¿Verdad que ya has empezado a cuestionarlo? ¿Siempre, siempre? ¿No será este un propósito cargado de buenismo, irrealizable en los tiempos actuales? Quizás, pero, sobre todo, cargado de amor. De un amor recuperado o invocado, un amor que anime a manifestar conductas bondadosas, conductas compasivas en nuestras relaciones con los demás.
¿Ilusorio? ¿Utópico? ¿Ineficaz en según qué ocasiones? Pongamos una de ellas. ¿Cómo hablar desde el amor cuando quiero reprender a alguien, cuando me estoy defendiendo del ataque de otros? ¿Para qué superar la tendencia a hablar desde el rencor?
Hablar desde el amor, mejor que desde el rencor, nos permitirá guardar la compostura, las formas, tener equilibrio, hablar con argumentos y, sobre todo, ser escuchados. Es probable que hasta dejemos descolocados a nuestros interlocutores, que esperarían una respuesta desde otro lugar.
Siempre tenemos la opción de hablar desde el amor, incluso en circunstancias en las que, de manera natural, lo hubiéramos hecho desde otro sentimiento. Podemos hacerlo invocando al amor por nosotros mismos, al amor que tenemos a la otra persona; invocando al amor que tenemos a las personas que defendemos, protegemos, o a aquellas por las que luchamos. También invocando al amor que algunos sentimos de Dios.
Sigamos cuestionando. ¿Y si no somos capaces de hablar siempre desde el amor? Natural que no lo hagamos siempre; somos personas, afortunadamente. Enunciar un propósito es comprometernos con unas conductas concretas, que queremos reproducir cuanto más mejor. Hacemos público el compromiso, lo damos a conocer a los demás, porque, en primer lugar, así reforzamos nuestro compromiso. En segundo lugar, nos ayuda a que alguien, quizá también desde el amor, nos recuerde cuál fue nuestro compromiso cuando nuestras conductas no estén alineadas con él. Por último, está la determinación de perseverar cuando estamos convencidos de que el propósito y lo que él nos reporta merecen la pena. ¡Propósito de enmienda!, solemos decir, cuando fallamos.
¿Qué otras razones para hablar desde el amor?
- La comunicación es a la relación como la respiración es a la vida. Son palabras de Virginia Satir, conocida como la terapeuta de todas las familias. No hace falta que te diga cuánto tiempo duraríamos sin respirar, ¿verdad que no? Entonces, ¿cómo pretender que una relación dure sin una adecuada comunicación? Dicho de otra manera, ¿quieres mantener relaciones saludables y fructíferas? Fácil: cuida tu comunicación.
- Lo importante es la relación, no tanto si tenemos o no la razón. Difícil de observar, ¿verdad? Sobre todo, por muchos de nosotros, de formación técnica o científica, acostumbrados a relaciones lineales causa-efecto. Tanto es así, que dejamos de admitir otras posibilidades. Sin duda, muy influenciados por la idea –escasamente cuestionada- de que la verdad solo puede ser una. Entonces, porfiamos, argumentamos, contrargumentamos, elevamos el volumen de la voz, gesticulamos, … Sin darnos cuenta de que, transformado en monólogos alternativos, el diálogo hace tiempo que desapareció. Al desaparecer el diálogo, va deteriorándose la relación hasta, probablemente, extinguirse o reducirse a lo mínimo imprescindible, aun manteniendo el inmerecido nombre de relación. Ahora soy yo el que te cuestiona: ¿eliges la razón o la relación? ¿Prefieres acumular amigos o acumular discusiones ganadas?
- Lo importante es querer conservar la relación, hacerla más nutritiva. Sí, como muchas cosas en la vida, relacionarse bien es una elección. ¿Con quién eliges relacionarte? ¿Por qué y para qué? Estas son algunas de mis razones:
- Simplemente, porque valoro a la otra persona, la aprecio, la quiero, sea o no de mi familia, tenga o no mis mismas ideas o similares aspiraciones en la vida.
- Interesadamente, porque la relación, en cualquier momento, puede reportarme un beneficio.
- De manera desinteresada, porque quiero estar disponible en la relación, para lo que pueda necesitar la otra persona de mí.
- Porque me lo paso bien, porque la relación me sienta bien.
- Si es verdad lo que algunos investigadores afirman, porque las relaciones saludables nos alargan la vida, nos hacen más longevos.
¿Cómo saber si estás hablando desde el amor? Te darás cuenta enseguida. Tu cuerpo te lo manifestará: serenidad interior, suavidad de movimientos, sensación de control, renuncia a ganar. También otros lo verán en ti: semblante relajado, rictus sonriente, gestos amables; nada de movimientos bruscos, tampoco dedos acusadores. Por supuesto, nada de palabras inapropiadas y, por encima de todo, voz calmada. Los gritos no son una opción válida. Más bien, voz bajita que transmita respeto, que evite cualquier intención de imponerse por la fuerza. Voz que, en su debilidad, contemple la duda como opción. Recuerda, si no, la anécdota del matrimonio que caminaba una tarde:
– Oigo que se aproxima una carreta –afirmó él.
– Sí, viene vacía –replicó su esposa.
– Vacía, ¿cómo sabes que viene vacía si no la ves?
– Fácil, cuanto más vacía está, más ruido hace, –concluyó la mujer.
Para terminar esta reflexión, un último cuestionamiento: ¿acaso planteo mantener la relación a toda costa? Obviamente, no. Cada cual tiene sus líneas rojas. Yo me ocupo de no tener demasiadas y, sobre todo, difuminarlas con las personas que me importan. Eso, a veces, significa hacer la vista gorda, morderme la lengua, en definitiva, dejar pasar lo accesorio para centrarme en lo esencial. Y, para ello, de vez en cuando orar:
Oh, Espíritu Santo,
inspírame siempre lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
lo que debo escribir,
cómo he de actuar,
qué decidir.
Ilumina mi entendimiento
y fortalece mi voluntad.
Dame paciencia para escuchar,
agudeza para entender,
sutileza para interpretar;
dame acierto al comenzar,
dirección al progresar,
buen criterio para terminar.
¡Por una vida apasionante!
vive, disfruta, comparte
Por el mismo autor: www.15habitos.com
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