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- Hubo un tiempo de proliferación de los SMS. Las operadoras de telecomunicaciones llegaron a obtener más ingresos de ellos que de las llamadas de voz, según que días.
- Esa época ya pasó y, con ella, también pasó el tiempo de hablar de los mensajes de texto. Sin embargo, yo sigo batallando contra las mismas siglas. Aunque ahora, para mí, representan otra cosa: SMS, SeMana en Silencio.
- No tiene motivación mística, ni siquiera de desconexión con el día a día. Es mi voluntad de contener mi verborrea desenfrenada. Es la manera de liberar a quienes conviven conmigo de mi tendencia natural, ¿consustancial?, a hablar casi sin parar, casi sin escuchar… A dar sugerencias a quiénes no las han solicitado –ni, tal vez, tampoco las necesiten–; a explicar aquello de lo que nadie ha pedido explicaciones; a criticar lo que puede pasar sin criticar, y hasta sin comentar.
- No es una idea mía original: la he tomado prestada de no recuerdo quién. Me lo imaginé como un incontenido hablador, fustigador de familiares, amigos, compañeros de trabajo… ¡qué suplicio para ellos!
- No me pareció tan difícil. Y, por otro lado, pensaba que yo no la necesitaba, ¿o sí?, ¿o, tal vez, sí? La duda se me disipó en menos de 24 horas, cuando me sorprendí en medio de una disertación maravillosamente extensa… ¡Horror!
- Decidí comenzar mi SMS, mi semana en silencio. No un silencio absoluto caracterizado por la ausencia total de conversación. No. Se trataba de contenerme de iniciar conversaciones, de dar opiniones, de contar mis batallitas, de contribuir a crear monólogos alternativos, de sentar cátedra. Simplemente escuchar con interés verdadero, lo que implica hacer preguntas, asentir y poco más. ¡Efectivamente: demasiado poco para poder cumplirlo! Es decir, demasiado silencio.
- Después de una semana, inicio otra vez mi compromiso porque, cada vez que lo incumplo, cada vez que se desata ni conversación, inicio la cuenta. Hasta completar la semana. ¡Cuestión de insistencia! Al final, descontada esta entrada, ¡lo lograré!
- ¡Por una vida apasionante!
vive, disfruta, comparte
- Por el mismo autor: www.15habitos.com
- Hace unos años leí que una sociedad deja de ser viable cuando sus índices de natalidad están por debajo de un determinado valor. Es obvio: si no hay renovación, una sociedad entra en crisis y muere.
- Hay otros motivos para que una sociedad, sino hacia la muerte, camine hacia la degeneración: el desprecio a sus mayores, a su sabiduría, a su experiencia. El desprecio tiene su punta de iceberg en la falta de respeto, que oculta vicios mayores.
- No hace falta chillarles, no hace falta insultarles, aunque sea suavemente. Hay muchas fórmulas de falta de respeto: dejar de escucharlos; dejar de apoyarlos, de animarlos; dejar de considerar sus opiniones. Todavía hay más: dejar que nos sirvan más allá de lo razonable, permitirles que trabajen más que los jóvenes, o dicho de otro modo, mientras los más jóvenes, no lo hacen tanto. ¿Comodidad? ¿Dejarse servir? ¿Prepotencia? ¿Falta de amor propio?
- Quizás te hagas otra pregunta, también obvia: ¿solo a los mayores?
- ¡Por una vida apasionante!
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- Por el mismo autor: www.15habitos.com