El corte de pelo

  • Era día de trabajo, aquel miércoles en el que fue a la peluquería. Le cortaron poco, para lo que acostumbraba. Por eso de ir arreglado a la ceremonia del domingo.
  • Volvió a casa, a la hora de casi siempre, más bien tarde, cual niño con zapatos nuevos. Después de los saludos habituales, un ¿qué tal chicos?, también dirigido a su mujer, con una cara forzadamente sonriente, pero natural.
  • Sonrisas como respuesta, naturales también, y varios comentarios: ¡excelente!, ¡fantástico!, y tú, ¿qué tal tu día?
  • Nada más.
  • ¡Día interesante!, responde él, manteniendo la sonrisa, mientras pasa su mano derecha desde la frente hacia la nuca, acariciando algo menos de pelo que por la mañana.  Más sonrisas, junto con el comentario: ¡qué bueno, lo has pasado bien!
  • Nada más. 
  • Entonces, piensa, benevolamente: Claro, me han cortado poco. ¡Eso es! Además, es día de trabajo… ¿quién lo esperaría?
  • Finalmente, escucha: ¡Oooooh, papá!, ¡te has cortado el pelo! 
  • Después, su mujer: ¡es verdad!, ¡qué guapo estás!
  • ¡Por una vida apasionante! 
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