Carta de un caminante

      Querido amigo:
      Por fin he caminado. Tranquilo, no te vayas a pensar que desde que no te escribo haya estado lesionado. No es eso.
      Lo llaman caminar, aunque resulte paradójico, porque, caminar, caminamos todos cada día, por distintos caminos. Con caminar, ellos se refieren a participar en un retiro. El de Emaus. He sido caminante, porque he participado en ese retiro de ¡tan sólo! 48 horas. Un fin de semana.
      He caminado, como otros muchos, digamos, por invitación; por la sugerencia insistente de alguien que me quiere mucho. Como otros, lo he iniciado con escepticismo.
      Poco puedo contarte, querido Ernesto, porque, para el beneficio de los futuros caminantes (y por respeto a lo que escuchas allí) se requiere confidencialidad. No obstante, son muchos los que a mí y a otros caminantes, al percibir las diferencias entre antes y después, preguntan qué nos ha pasado entre medias. Aprecian un más intenso brillo en la mirada, una sonrisa más pronunciada y duradera, hasta carcajadas, un semblante sereno… ¿qué me ha pasado?
      48 horas con otros muchos hombres, casi cien, casi todos ellos laicos. Sí, es un retiro de la Iglesia Católica, conducido por laicos. Retiros distintos para hombres y mujeres. Otro más, este mixto, para jóvenes –el llamado Effetá–. 48 horas de una experiencia sanadora, que acerca a Dios, incluso en los casos de mayor alejamiento hasta entonces (no practicantes, agnósticos, ateos). Recomendable para quienes están atravesando alguna dificultad en el plano personal, familiar o laboral; para quienes necesitan sanar heridas del pasado, más o menos profundas, que, latentes, actúan en el presente, aún sin que tú seas consciente, condicionando tu humor, tus decisiones, tu forma de relacionarte con los demás. Para quien quiere acercarse a Dios, y sentirlo. Para quien requiere perdonar y ser perdonado, y derribar los tan dañinos prejuicios.
      Por sus frutos los conoceréis –Mateo 7:15–. En este caso los frutos del Espíritu Santo, que no son sino –Gálatas 5: 22–: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí.
       Ya no volveré a caminar. Sólo se camina una vez. Eso sí, podré servir y, a los que más quiero, invitar a caminar.
      Un fuerte abrazo, querido amigo.

¡Por una vida apasionante! 
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Por el mismo autor: www.15habitos.com