Leche y miel

Leche y miel. Seguro que esta combinación te resulta familiar, ¿verdad que sí? Es el remedio tradicional para el dolor de garganta y otras dolencias similares; la recomendación de nuestras abuelas, de nuestras madres, de cualquiera que nos quisiera bien.

Leche y miel es también la combinación que, por primera vez, conocí de la mano de Eric Fromm en su obra El arte de amar. Fue en forma de metáfora, para ilustrar el papel de la madre y, por extensión, del padre en la crianza de los hijos. Fromm argumenta que todos somos capaces de aportar la leche, es decir, el alimento. Y, de forma más general, las necesidades básicas, sin demasiado esfuerzo.

Por el contrario, para proporcionar la miel, padre y madre deben poner algo más de su parte. Para muchos, aportar miel es algo que les sale de forma natural. Por su personalidad, por su vivencia en la familia de origen, por su educación… Otros, en cambio, tenemos que hacer un esfuerzo consciente y, casi, tenemos que construir un plan para procurar la miel, para darla en las dosis adecuadas, en el momento adecuado. ¿Dosis adecuadas?, ¿momento adecuado? Eso, ¿según quién?, ¿de acuerdo a qué criterio? Es obvio cuál, ¿no te parece?

Ante la duda, quizá, el plan sea proporcionarla de manera continua. En cualquier caso, procurar la miel requiere de acciones concretas:  gestos, miradas, caricias, comentarios. Requiere de tiempo para la observación, para la escucha, para compartir en silencio, para sorprendernos, para admirar, para callar, para alentar, para, simplemente, decirlo: TE QUIERO.

Leche y miel. Fácil de entender. Seguro, algo queda por hacer. 

¡Por una vida apasionante!  
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Por el mismo autor: www.15habitos.com